Loscribió: Amarillo |
Había una vez yo.
Una persona, cómo explicarme… común. Se me hace difícil describirme. Y eso no sé si es bueno.
A ver si me explico; no soy alto, de esos a los que les dicen “vos tendrías que jugar al básquet”, pero tampoco soy petiso, así que ni siquiera puedo decir que me mojo último cuando llueve.
Mi pelo. Nunca nadie pudo llamarme basándose en el color de mis cabellos. De ninguno de ellos. Y son muchos. Cabellos.
“Eh rubio, alcanzame ese taper”, “morocho, ayudá a Benito con lo de matemática”, o “colo, dejá de dar vueltas carnero”. Podría seguir con los ejemplos un rato largo, pero se entendió. Quiero suponer.
¡Me encanta suponer! Pero no me puedo describir como una persona a la que le encanta suponer. “Hola, yo soy Rosita, soy alta, flaca, ojos color miel, buena figura y rubia, por supuesto”, “Ah… yo no sé describirme, pero eso sí, me encanta, me fascina suponer”. No.
Mis ojos. No son ni verdes ni celestes. Tampoco son negros. Y no podría decirse que son marrones marrones. Son, alrededor de la pupila, más que nada claritos, pero se van oscureciendo a medida que se acercan a lo blanco. Cerca de la pupila tienen como un tinte amarillo (en serio), y después se van haciendo como marrones, pero no del todo. Y tienen como rayitas negras, como casi todos los ojos si nos fijamos bien. Y a mi me gusta bastante fijarme bien. En fin, mis ojos son para ver. No para verlos eh. Para ver. Yo.
No soy gordo.
Pero nunca me dicen “che flaco, le decís al colo que pare de dar vueltas carnero?”. Asi que hago algo que me encanta: voy a suponer, que no soy flaco.
No me gusta mucho meterme con la religión, pero ya que estamos.
No creo creer en algo. Podría decirse que soy ateo, pero tomé la comunión. Y me bautizaron. Y seguro que si me caso, lo hago por iglesia.
No es que no sepa describirme, creo. Lo que pasa es que mi descripción no me describe.
Por descarte puedo sacar que no soy ni alto ni petiso, ni gordo ni flaco, ni rubio ni castaño ni morocho, ni de ojos claros ni oscuros, ni creyente ni descreído.
¿Pero qué queda si saco todo eso? Mediano, medio, promedio, común. ¿Y eso me describe? No. Poca información.
Por ahí no soy nada.
¡O por ahí soy todo! Lo que puedo hacer, en vez de descartar todo eso, es juntarlo, no?
Si mezclo los colores de pelos que hay, seguro da el mío. Lo mismo con los ojos. Lo mismo con todo. Bah, menos con la altura; si sumo todas sería muy alto. Tendría que dividir ahí también. Pero nunca fui bueno en matemática… ¡Por ahí por eso nunca me dijeron que ayude a Benito! ¡Por ahí soy morocho!
O por ahí Benito no necesitaba que nadie lo ayude, porque la tiene bastante clara con la matemática. Pero eso no lo puedo afirmar. No sé quién es ese tal Benito. El único Benito que conozco estaba en la Pandilla de Don Gato. Otro no conozco. No digo que no haya Benitos eh, lo que pasa es que yo, particularmente, no tengo el gusto.
Que triste para un heladero. No tener el gusto, digo.
_ Hola me das de tramontana.
_ Disculpame, no tengo el gusto.
_ Yo tampoco tengo el gusto, ni el olfato. Así que dame otro gusto con la misma textura que el tramontana y listo. Total…
_ Te doy la crema de la casa. Es parecido.
_ Dale.
Bueno, ese no fue el mejor ejemplo del infortunio de un heladero sin un gusto, pero no puedo dar fe de otro. No que yo haya sido testigo. Si me entero de alguno que ilustre mejor, aviso.
Mis dientes. Los tengo torcidos para mí. Todos chuecos y poco estéticos. Pero para los dentistas no. Putos. “No necesitas aparatos”. Si tus hijos tuvieran los dientes como yo, les ponías aparatos. Con la cajita verde flúor colgado. Seguro.
Igual ya mucho no me importa. Tengo novia.
Bueno, releyendo todo esto anterior, puedo confirmar mi hipótesis, la cual afirma que se me hace difícil describirme. No es nada fácil esa tarea, pero en realidad, nunca me trajo mayores inconvenientes. A mí.
A mi mamá sí, una vez. Cuando me perdí en la playa. Era chiquito.
_ ¡Se me perdió el nene!
_ ¿Y cómo es?
_ Sí. Eso. ¿Cómo es?
_ Describilo.
En fin.
Aparecí al rato. Me había escapado. Quería comer choclo.
Un susto se pegaron…
No tengo mucho más para sumar, creo que dejé todo bastante claro.
Básicamente, así soy yo.
Basta esta simple explicación para conocerme. Un tipo difícil de describir. Y con ganas de escribir.
Una persona, cómo explicarme… común. Se me hace difícil describirme. Y eso no sé si es bueno.
A ver si me explico; no soy alto, de esos a los que les dicen “vos tendrías que jugar al básquet”, pero tampoco soy petiso, así que ni siquiera puedo decir que me mojo último cuando llueve.
Mi pelo. Nunca nadie pudo llamarme basándose en el color de mis cabellos. De ninguno de ellos. Y son muchos. Cabellos.
“Eh rubio, alcanzame ese taper”, “morocho, ayudá a Benito con lo de matemática”, o “colo, dejá de dar vueltas carnero”. Podría seguir con los ejemplos un rato largo, pero se entendió. Quiero suponer.
¡Me encanta suponer! Pero no me puedo describir como una persona a la que le encanta suponer. “Hola, yo soy Rosita, soy alta, flaca, ojos color miel, buena figura y rubia, por supuesto”, “Ah… yo no sé describirme, pero eso sí, me encanta, me fascina suponer”. No.
Mis ojos. No son ni verdes ni celestes. Tampoco son negros. Y no podría decirse que son marrones marrones. Son, alrededor de la pupila, más que nada claritos, pero se van oscureciendo a medida que se acercan a lo blanco. Cerca de la pupila tienen como un tinte amarillo (en serio), y después se van haciendo como marrones, pero no del todo. Y tienen como rayitas negras, como casi todos los ojos si nos fijamos bien. Y a mi me gusta bastante fijarme bien. En fin, mis ojos son para ver. No para verlos eh. Para ver. Yo.
No soy gordo.
Pero nunca me dicen “che flaco, le decís al colo que pare de dar vueltas carnero?”. Asi que hago algo que me encanta: voy a suponer, que no soy flaco.
No me gusta mucho meterme con la religión, pero ya que estamos.
No creo creer en algo. Podría decirse que soy ateo, pero tomé la comunión. Y me bautizaron. Y seguro que si me caso, lo hago por iglesia.
No es que no sepa describirme, creo. Lo que pasa es que mi descripción no me describe.
Por descarte puedo sacar que no soy ni alto ni petiso, ni gordo ni flaco, ni rubio ni castaño ni morocho, ni de ojos claros ni oscuros, ni creyente ni descreído.
¿Pero qué queda si saco todo eso? Mediano, medio, promedio, común. ¿Y eso me describe? No. Poca información.
Por ahí no soy nada.
¡O por ahí soy todo! Lo que puedo hacer, en vez de descartar todo eso, es juntarlo, no?
Si mezclo los colores de pelos que hay, seguro da el mío. Lo mismo con los ojos. Lo mismo con todo. Bah, menos con la altura; si sumo todas sería muy alto. Tendría que dividir ahí también. Pero nunca fui bueno en matemática… ¡Por ahí por eso nunca me dijeron que ayude a Benito! ¡Por ahí soy morocho!
O por ahí Benito no necesitaba que nadie lo ayude, porque la tiene bastante clara con la matemática. Pero eso no lo puedo afirmar. No sé quién es ese tal Benito. El único Benito que conozco estaba en la Pandilla de Don Gato. Otro no conozco. No digo que no haya Benitos eh, lo que pasa es que yo, particularmente, no tengo el gusto.
Que triste para un heladero. No tener el gusto, digo.
_ Hola me das de tramontana.
_ Disculpame, no tengo el gusto.
_ Yo tampoco tengo el gusto, ni el olfato. Así que dame otro gusto con la misma textura que el tramontana y listo. Total…
_ Te doy la crema de la casa. Es parecido.
_ Dale.
Bueno, ese no fue el mejor ejemplo del infortunio de un heladero sin un gusto, pero no puedo dar fe de otro. No que yo haya sido testigo. Si me entero de alguno que ilustre mejor, aviso.
Mis dientes. Los tengo torcidos para mí. Todos chuecos y poco estéticos. Pero para los dentistas no. Putos. “No necesitas aparatos”. Si tus hijos tuvieran los dientes como yo, les ponías aparatos. Con la cajita verde flúor colgado. Seguro.
Igual ya mucho no me importa. Tengo novia.
Bueno, releyendo todo esto anterior, puedo confirmar mi hipótesis, la cual afirma que se me hace difícil describirme. No es nada fácil esa tarea, pero en realidad, nunca me trajo mayores inconvenientes. A mí.
A mi mamá sí, una vez. Cuando me perdí en la playa. Era chiquito.
_ ¡Se me perdió el nene!
_ ¿Y cómo es?
_ Sí. Eso. ¿Cómo es?
_ Describilo.
En fin.
Aparecí al rato. Me había escapado. Quería comer choclo.
Un susto se pegaron…
No tengo mucho más para sumar, creo que dejé todo bastante claro.
Básicamente, así soy yo.
Basta esta simple explicación para conocerme. Un tipo difícil de describir. Y con ganas de escribir.
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